Pareciera que por época y entorno familiar Juan enrique Concha sería un joven de la llamada Belle Époque, en aquellas décadas caracterizadas por la soberbia social de unos pocos ante la aparición, para muchos invisible, del proletariado obrero. Una atmosfera liberal y positiva donde el régimen político parlamentario parecía responder con sus negociaciones al «vamos bien, mañana mejor». Sería entonces, Juan Enrique uno de aquellos Transplantados, que en 1904 Alberto Blest Gana describiera en su novela representando a esa aristocracia criolla que, instalados en el idílico París, soñaba y casi pensaban en francés, desarraigados de sus orígenes y haciendo realidad el sueño de moda del fin del siglo. Ya el título de Cuestiones obreras nos advierte que hay excepciones, el joven Juan Enrique Concha no se dejó obnubilar por la frivolidad de la ciudad luz, par3ciera, por el contrario, que la experiencia europea lo alerta y estimula a prestar atención a los movimiento sociales de su época.